Cuando llegaron los padres de
Leandrín de Peñaranda se encontraron a todos los zagales y zagalas de la zona
construyendo con alegría y alboroto un chozo junto al espino donde apareció
Santa María. Rápido Leandrín les contó todo y les mostró el busto de la Virgen.
La noticia recorrió rauda y veloz
toda la campiña y las visitas al pequeño chozo que zagales y zagalas habían
construido para la Virgen se llenaba todos los días de visitantes que acudían a
rezar, venerar y pedir la protección de la Virgen. Vino también el obispo de
Ávila con su séquito y, con él, grandes señores de las tierras de Ávila y
Salamanca. Comenzaron a llover ofrendas y donativos.
Y luego fue todo muy rápido. El
obispo encargó al párroco y a la parroquia de Gallegos de sobrinos administrar
los donativos y construir una ermita para guardar y venerar la imagen de
Nuestra Señora.
Leandrín y su fiel Pardín
crecieron a la vez que los muros de la Ermita se iban alzando. El Obispo envió
un Arquitecto pero fueron los pastores, ganaderos y vecinos de los pueblos
quienes, al terminar sus tareas en el campo, acudían a trabajar y a construir
su Ermita para la Virgen. Había expertos pedreros que labraban a golpe de maza
las enormes piedras; otros cortaban y preparaban las vigas de madera con sus
hachas; en la tejera se hacían las baldosas para el piso y las tejas árabes,
todas cocidas en el horno con leña y paja. También estaban los que sabían
trabajar la cal viva y en hoyos en el suelo preparaban la argamasa para lucir
el interior de la Ermita. ¡Qué alegría sentía Leandrín al ver a tanta gente
unida y trabajando con alegría!
Hay que imaginarse el trasiego de
carros y carretas con los poderosos bueyes transportando materiales, a las
zagalas llevando la comida que compartían todos gozosos, a Pardín y a tantos
perros que acompañaban siempre a sus amos… y casi sin darse cuenta la Ermita se
completó en toda su estructura. Ahora había que decorar el interior y hacerlo
sencillo, bonito y acogedor.
Vino otra vez el Obispo con sus
ayudantes y se sentaron a dialogar con todos los pastores, ganaderos y
trabajadores para decidir cómo dejar el interior de la Ermita. Todos estaban de
acuerdo en poner a la Virgen en un trono elevado para poder verla y venerarla;
el párroco de Gallegos mostró las cuentas de las obras y donativos y expresó
que tenían aún dineros para hacer algo bonito y que recordase a la gente la
Vida de María según los Evangelios; el Obispo venía de visitar el Retablo de
San García recién terminado por artistas de la Escuela de Salamanca y les
propuso contratarles. Todos estaban de acuerdo y decidieron contratarles y
pedirles un Retablo con trono para María y con pinturas que recordasen su vida
según los evangelios. Los pintores se pusieron a confeccionar los cuadros y los
arquitectos la estructura y decoración de madera que debía soportarlos. El
trabajo de los pintores del siglo XVI lo tenemos intacto y bien conservado
(después de varias restauraciones), pero el trabajo original de los arquitectos
de la madera debió de estropearse por la carcoma y lo que hoy vemos es
posterior: otros arquitectos, ya barrocos, volvieron a rehacer el entablado de
madera que sostienen los cuadros y que se conserva perfectamente.
Nos toca ahora a nosotros ir a
ver los cuadros y descubrir en ellos la vida de María y de su Hijo Jesús.
Posteriormente se hizo el
pulpito, el pórtico de entrada, la tribuna trasera y el camerino. En los
últimos treinta años ha habido reparaciones de tejado, de campanario, de
pórtico y de la casa de la santera o los santeros…
Leandrín y su familia cuidaban la
Ermita y recibían a todos los que acudían a rezar a Nuestra Señora del Espino.
Desde entonces muchos hombres y mujeres han ejercido el cargo de santeros y
santeras que terminó por desaparecer a finales del siglo XX.
Hoy día la imagen de la Virgen
del Espino está en su Ermita desde mayo a septiembre y el resto del tiempo en
la Iglesia parroquial de Gallegos. En la casa de la santera hay mesas, bancos y
sillas para pasar un día o una tarde o la celebración del fin de curso,
merendar, recordar a Leandrín, a Pardín, visitar la Ermita y pedir con humildad
que Nuestra señora del Espino nos eche una manilla en el camino de la vida (ya
sabéis de mayo a septiembre) está disponible para todos sus devotos y para
quienes ellos quieran invitar.
Y como terminaba la primera parte
terminamos la segunda: “Salud y valentía que a nuestro lado está… Santa María”.
Jesús, el cura.
¡MUCHAS GRACIAS JESÚS!