“Ya nada es como antes” dicen los más ancianos del lugar, y razón no les falta. Echemos la vista atrás y nos daremos cuenta cómo han cambiado las cosas.
¿Qué ha pasado con el verdadero espíritu navideño? ¿Dónde están aquellas “Navidades de zambomba y pandereta” en las que la familia cantaba villancicos compartiendo la mesa? ¿Y aquellos belenes realizados con tanta ilusión y dedicación? ¿Y esas felicitaciones con nuestros mejores deseos de paz y felicidad para los más allegados?
Navidad es, en estos momentos, sinónimo de consumismo: copiosas y numerosas celebraciones alrededor de la mesa, en las que no cesamos de degustar los riquísimos manjares típicos de esta época; regalos y más regalos innecesarios, y en muchos casos inservibles; viajes a exóticos destinos donde evadirse del resto del mundo…
Muchas tradiciones han dejado paso a nuevas costumbres. Las tarjetas navideñas, a los tan habituales sms que se repiten cada fin de año; el tradicional Belén, al árbol repleto de adornos; las uvas, a las lentejas de la suerte; los Reyes Magos han dejado colarse por nuestras chimeneas al anciano de abundante y blanca barba vestido de rojo que procede de gélidas tierras…
Quizás la madurez, algún día, también haga que nosotros anhelemos el pasado con nostalgia y al mirarlo nuevamente con “ojos de niño” recordemos aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Sirva esta breve reflexión para homenajear a nuestros abuelos y todos aquellos que han ilustrado este artículo.
Alumnos de 3er ciclo de Ed. Primaria de Cillán